15 de septiembre de 2010

Mi viejo Pilsen ya no es lo que era


Ayer escuché por primera vez en la radio la publicidad anunciando el Pilsen Rock 2010. Me pareció oportuno tomarlo como confirmación del evento, así que ahora puedo opinar sobre lo que ya es oficial.
¿por dónde empezar? Creo que es mejor empezar por el final: esto que vamos a tener en octubre NO es un Pilsen Rock. Es como si mañana fuera a la facultad un negro alto, lindo y simpático y diga que se llama Facundo. El nombre es el mismo, pero hay algo que los diferencia un montón (en este ejemplo la parte de ‘lindo’).

La primera fecha es, en realidad, que se aprovecha la gran oportunidad de que una muy buena banda como The Pixies viene al país. Le agregamos 200 gramos de Buenos Muchachos, a fuego lento al horno de la publicidad y ¡voilá! Tenemos una primera fecha de un Pilsen Rock. Ojo, no me opongo a que vengan bandas extranjeras al país (de boludo solo tengo la cara), ni de que vengan al Pilsen; de hecho Bersuit y Catupecu cerraron en 2007 sábado y domingo respectivamente y ese parque se venía abajo.
Y ahora que digo parque. El lugar es otro gran turn off de este desteñido festival. El Teatro de Verano no es un lugar para albergar lo que significa un Pilsen. Pero capaz que le quede hasta bien a esta fecha atada con alambres de dos bandas, una de las cuales no tiene puta idea de lo que es tomar una Pilsen. Y adelantándome un poco, tampoco creo que el Prado* sea La gran locación para un evento de este tipo. Con todos los defectos que tuvo y salvando las distancias, la Fiesta de la X se ha hecho en otros lugares que, con sus grandes pro y sus grandes contras, han demostrado poder abarcar esa masa que es la gente que suele ir a un Pilsen. Gente que no va a ser la misma que la de siempre, en general en los dos días pero más en particular en esta primera fecha, pero que va a disfrutar con la misma intensidad de las actuaciones de dos buenas bandas. Asumo que Pedrito Dalton estará alrededor de una hora, para después darle paso a Pixies, que tocará hasta entrada la noche.

Después de eso, nada. Silencio. Impasse. Todos vuelven a sus vidas de civil de todos los días durante una semana. Hasta que se sacan el traje y se ponen la remera negra la semana siguiente.

Y ahí es cuando el Pilsen empieza a tomar un poquito de forma. Bueno, eso si lo vemos desde las bandas que tocan, porque si tenemos en cuenta que las entradas salen $400 y que es en el Prado medio que me deprimo o me voy a prender fuego la FNC.
Todavía no tengo Guaifái, así que voy a tratar de hacer memoria de las bandas que se presentan el domingo, aunque me voy a olvidar de más de una.
La segunda fecha reivindica (intenta reivindicar), con buenas ofertas pero a mi entender failing to deliver el verdadero espíritu del Pilsen. Algunas bandas que no son esctrictamente de rock (como Closet), y va subiendo el power de a poco con muy buenas bandas uruguayas (Chala Madre, Triple Nelson, Guasones, Violadores) hasta llegar la noche, y que aparezcan los platos fuertes del festival. Y ahí está la otra mayor falencia. No te va gustar es un clásico de los Pilsen, pero los otros dos que se presentan simplemente “no dan con el target”.
Queens of the Stone Age (en adelante QOTSA porque no pienso perder 20 segundos cada vez que la nombro) es una tremenda banda, pero es de segundo y medio, tercer nivel de reconocimiento. En palabras copiadas a Arjona, el problema no es que venga QOTSA, el problema es que vengan al Pilsen. Porque está bien, sabemos que en Argentina hay megafestivales donde te tocan Las Pelotas y después Black Eyed Peas y enseguida te cae Ozzy, y tiene su parte buena, pero nuevamente, eso no tiene nada que ver con el Pilsen. Si bien una entrada para ver a Las Reinas de la Edad de Piedra costaría mucho más de lo que cuesta la entrada al Pilsen, simplemente no es el mejor lugar para que toquen. Es como tener el water en la cocina. Hay mucha gente comentando esto en diferentes partes de la –no tan escasa como parece- blogósfera uruguaya. Pero por otro lado, es el mismo dilema que el de los Guns. Es UNA vez en la vida. No van a volver. Yo lo sé, ellos lo saben, Raúl Taibo lo sabe, todos lo sabemos. Entonces por ahí es mejor callar y disfrutar del recital (aunque por ahí no).

Y la otra gran atracción de la noche del 16 será nada menos que Andrés Calamaro. Otra vez lo mismo que antes. Nada que ver Calamaro con el Pilsen. Desde la música, pasando por el público que lo va a ver y un etcétera de tamaño considerable. Calamaro, en mi opinión, es para ir a verlo solo, donde pueda tener más libertad. Como este año, por ejemplo, cuando tocó “Comida China” un tema para nada conocido pero muy calamaresco. Cuando venga al Pilsen imagino que va a tocar los hitazos, porque tiene una hora (y cuarto vamos a ponerle), y el público que usualmente va al Pilsen (remarco esto) quiere eso.

Se supone que en esta foto estoy agitando con Cursi, al lado de una bandera del orgullo gay. Aunque jure y perjure que no era yo.

Y todo esto desemboca en una sola y lógica pregunta. Si todo esto no es un Pilsen, ¿entonces qué sí es un Pilsen?
Porque esa es en definitiva la cuestión. Si estoy frente a este teclado escribiendo nada más que quejas debe ser por algo. Y es porque me quitaron algo que me encantaba.
El Pilsen ES ir a escuchar muy buena música uruguaya en un ambiente woodstockoide. Pero es mucho MÁS que eso. Es emprender una travesía hasta el centro del país, donde convergen todos los amantes del buen rock, es ver plazas absolutamente copadas por gente, es pasar un fin de semana al mejor estilo survivor, con el “espíritu del rock n’roll” a flor de piel (escribo esto y me siento Homero, sépanlo).
Al principio las atracciones eran La Trampa, Buitres, Trotsky, el propio NTVG. Las bandas no cambiaban, pero la gente seguía yendo. Y si se seguía haciendo, era porque le daba ganancias a todos.
Pero me desvío de mi punto. Ir al Pilsen era toda una experiencia. Conocías gente, hacías amigos, fortalecías vínculos, la pasabas genial. Si eras muy chico, era una de las primeras grandes salidas lejos del padrecontrol, y pasabas a descubrir un montón de cosas de vos mismo que no podrías haber sabido sin esa experiencia.
Y ni hablar de la experiencia del festival en sí mismo. Ese parque era enorme, inmenso, no se terminaba más. La última vez que fui, parece que se armó quilombo en la entrada, que volaron piedras y hubo gases lacrimógenos y toda la mar en coche. Yo me enteré el lunes de mañana, cuando llegué a Montevideo. Así de grande era ese parque.
Y los toques eran rock puro y duro. Tengo un par de recuerdos particularmente del pogo de TKY pero no los voy a traer a colación porque me dejan muy mal parado. Bah, en realidad, me dejaron parado de asco.
Todo eso y mucho más era un Pilsen. Era ver cosas únicas. Completamente chifladas, o no tanto. La primer motito con radio que vi en mi vida fue ahí. Y pasaba rock. Un par de años después llegaron acá, y los planchas las hicieron suyas casi por simbiosis.

Pero claro, ahora eso no existe más. Ahora simplemente vas al Teatro o al Prado, y te volvés a tu casa. No convivís en una carpa con otras personas, ni en un camping con otros desconocidos, y mucho menos en una ciudad con miles de desconocidos durante todo un fin de semana. No pasás las mil y una, y dejás los bolsos en la carpa, arriesgando (o más bien “arriesgando”) a que te los roben. No ves medio kilómetro de gente común vendiendo alimentos al costado de la ruta.
En definitiva, te perdés un montón de cosas que son “la otra mitad” del Pilsen. La mitad que construís vos, con las cosas que hacés, y que te pasan, y de la que realmente te vas a acordar con el pasar de los años.

Ese auto está totalmente cubierto de refuerzos. Estaba en la entrada a Durazno.


Así que para concluir, discúlpenme si no estoy emocionado porque venga Queens of the Stone Age, o por The Pixies, o porque tocan muy buenas bandas. Es que el vaso medio lleno no alcanza, te deja con sed.
Si querían hacer un festival así, de dos fechas no seguidas, con varias bandas de acá, y grandes atracciones de afuera, podrían haberle puesto otro nombre. Estoy seguro que más de una empresa de cepillos dentales estaría más que dispuesta a ponerle su nombre a semejante evento. Pero no era necesario manchar el nombre del Pilsen. No así. Solo porque un tipo sea canoso, tenga bigote y saque la lengua no lo llamaré Einstein.

Siéntanse libres de comentar, argumentar, putear (les aviso que ‘pelotudo’ y ‘andá a laburar’ son dos epítetos que me pegan bastante) y sobre todo corregir. Con educación se puede decir lo que sea.
Ah, y si leyeron todo el post se hicieron acreedores de un alfajor. Reclámese cuando vea al autor del mismo (del post, no del alfajor).


 *a último momento se cayó la idea de hacerlo en Maroñas, porque las vibraciones del piso y otracosaquenomeacuerdo podían hacerle daño a los caballos.

2 comentarios:

Yannis dijo...

Los violadores son Argentinos, para empezar, pero hiciste una catarsis tan inmensa que se te pudo haber pasado.
Es verdad que no es el Pilsen en esencia, es decir, la gente va a ir bañada y con olor a perfume, se va a emborrachar y se va a tomar un taxi hasta la casa.... no tiene sentido.
Sin embargo sabemos que esta situación es alimentada por nosotros mismos, obligados.
No nos olvidemos de nuestra condición tercermundista. Te traen de casualidad dos tremendas bandas que nunca mas en la puta vida vas a volver a ver y te vas a poner a dudar si ir o no porque se llama de tal o cual manera?
Con el mayor de los respetos, a mi parecer, si le ponían un nombre al estilo "Arco-iris mágico del amor" iba igual.
Conclusión: Yo no me pierdo a los Queen ni a palo.
Conclusión(2): Por eso tomo Patricia.

Ah! Quiero mi alfajor.

Unknown dijo...

También están los Guasones, que es tremenda banda, también aryentain.
Ponele que soy orgullosito y no voy a ir, por más que me gusten los Queen. Además tengo que juntar dinerillo para ir a ver a U2, que si muero sin verlos me muero... de nuevo.