Nos encontramos con Iael y con Vanessa en Tres Cruces y abordamos el ómnibus hacia Colonia. La última vez que había ido a Colonia había sido con la escuela (y la penúltima, y la anterior a esa, y la anterior a esa... parece que con el título de Maestra te dan 30 pasajes a Colonia). También parecía que desde la época de la escuela que no subía a un bondi porque teniendo el asiento 9 me senté ATRÁS de los asientos 7 y 8 (¿Qué somos? ¿mi tía?).
Llegamos a Colonia después de 3 horas de viaje, que intenté acortar por todos los medios, incluso logrando hasta dormir un tramito. Check-in, migraciones (con teorías conspiratorias como que nos iban a esconder drogas en los bolsos para que no podamos viajar y una chequeada de correo de voz MAGISTRAL de Iael en una zona donde no se podía usar el celular) y a esperar nuevamente, esta vez, para subir al barco. Las niñas divisan a "la de la propaganda de Médica Uruguaya", que no era otra que Carolina García, que sin maquillaje no llama tanto la atención como en la tele pero no pierde (mucho) glamour. Yo me encontré con un tremendo profesor de Historia que tuve en la Liccom. Nos miramos toda la espera como si nos conociéramos pero no nos hablamos.
Durante esta espera, la típica (y siempre productiva) charla: cuándo conocimos a la banda, disco favorito, crítica al último disco
Y ahí llegó el buque. Cabe aclarar que nos pasaron a Buquebus porque nuestro buque no se había llenado, y también cabe aclarar que nunca había viajado en barco. Seguimos. El barco era enorme por fuera, aunque por dentro tenía una simplicidad que me parecía algún set de Seinfeld. Subimos, y -solo Dios sabe por qué- enfilamos derecho a primera clase, de donde nos fletaron antes de poner medio pie adentro. Nos sentamos y vi que en las teles del barco pasaban un partido del Madrid. "¿Será en vivo?" Pensé. Inmediatamente una voz (supongo que la voz del sentido común, pero puede haber sido otra) me dijo "Sí Facundo, está jugando el Real Madrid un miércoles a las 9 de la mañana".
Después de mirar atentamente el video con las instrucciones de seguridad y tantear los chalecos salvavidas, escuchamos el motor rugir (?) y empezamos a movernos.
Había wi-fi en el barco así que aproveché para conectarme. Cuando te conectás, Buquebus te pregunta el sexo y la franja de edad. La primera vez me porté bien, pero cuando me lo preguntó por segunda vez le enchufé 'Más de 55 años'. Tomá para vos.
Mientras tanto, los chetos que sí pertenecían a Buquebus iban comprando y tomando sus cervezas Corona o Guinness... para un viaje de una hora. Nos dieron una encuesta para hacer acerca del nivel del personal de Buquebus. Iael ponía todas las crucecitas en "Regular" -la más baja de las opciones- y yo la criticaba por ser tan soreta. Acto seguido le copiaba y ponía "Regular".
De a poquito nos fuimos acercando a la costa argentina, hasta el punto de empezar a ver los primeros edificios y las ganas de llegar aumentaban hasta que finalmente abrieron la puerta y puse mi primer pie en un país que no fuera Uruguay.
Ni bien bajamos, nos encontramos con Frank (a quien a partir de ahora le diré Fideo) y salimos los cuatro para el teatro. El denominador común de este relato serán las filas. Todo el tiempo haciendo filas. Larguísimas filas. Fila para subir al ómnibus en Montevideo, fila para subir al buque, fila para bajar del buque, y ahora fila de unas cuantas personas -50 tal vez- para retirar las entradas. Finalmente sacamos las entradas y de ahí nos fuimos al hostal mientras en mi cabeza, al vernos caminar, sonaba este tema.
Así llegamos al hostal, donde después de copiarme nuevamente para llenar el formulario de check-in, fuimos a la habitación, y lo único que tuvimos tiempo de hacer fue cambiarnos, poner plata en bolsillos, mochilas en lockers, ir al baño y salir. No había tiempo para nada.
No nos quedó otra que apurarnos para comer, así que pasamos por un Burger King. Nada que ver BK de acá con el de Argentina. Al de allá de hecho va gente, lo que hace que se llene y sea todo un despelote de épicas proporciones. Terminamos practicando lo que definimos como un nuevo deporte extremo: comer comida rápida mientras caminás rápido -valga la redundancia- por las calles. Encima, como de costumbre, me pedí la hamburguesa cuádruple, así que mi tarea se dificultaba, pues tenía que dislocarme la mandíbula cual pitón para poder meterme la hamburguesa en la boca. Y así fuimos, menos Vanessa que se rehusó, todos comiendo y chupeteando la bebida mientras cruzábamos calle tras calle.
Llegamos a la terminal de ómnibus de Retiro, y después de recorrer SESENTA Y CUATRO plataformas y despedirnos de FrankFideoFede, que iba al concierto pero no con nosotros, llegamos a la de nuestro bondi. Un bondi de dos pisos, de esos que suelen transportar a los equipos de fútbol. Después de un tiempo de viaje -ya había empezado a perder la noción del tiempo-, y de divisar la cancha de San Telmo, que no sé ni en qué división juega, arribamos a La Plata. Para quien no sabe, en La Plata las calles no tienen nombre, tienen número. Entonces, íbamos por la Avenida 520, en dirección al estadio. 1 y 520...2 y 520...3 y 520. ¡Parecía la instalación de un juego! ¡No terminaba más!
Hasta que de repente, a nuestra izquierda, apareció majestuoso el estadio. Parecía salido de un álbum de figuritas del Mundial. Bajamos del bondi y apareció una persona con chaleco verde fosforecente -claramente de staff- que gritó que quienes tuvieran campo y vinieran en esos bondis tenían que juntarse en grupitos para que "los lleven hasta la entrada". A pesar de dudar un poco, así lo hicimos. Y enseguida vino otro tipo con chaleco y salimos hasta la entrada. En realidad el tema no era que fuéramos tan tontos como para no encontrar la entrada, sino que había un acceso "preferencial" para nosotros. En el primer control, te hacían dejar todas las botellas. En el segundo, te pasaban un láser por los códigos de barras de la entrada -esto puede sonar: A)super tecnológico o B)de supermercado-; y en el tercero te la cortaban. De ahí tenías unos metros hasta un túnel enorme tanto de largo como de ancho y alto, que terminaba con la aparición de nada más y nada menos que esto:
La araña era enorme, majestuosa. Nosotros no terminábamos de creer que estuviéramos ahí. Después de la euforia inicial y de las primeras fotos de la araña, fuimos al baño y de ahí a intentar comprar una remera, porque había solo dos puestos en la cancha -o lo que quedaba de la cancha, porque el estadio cuenta con una tecnología rarísima que permite sacarle todo el pasto a la cancha y dejarla pelada, con el piso original de material- y uno funcionaba muy lento. Así que después de media hora de intentar conseguir un modelo que nos gustara en un talle que nos quedara bien, Iael se compró esta remera de Muse pero en color negro y yo una que ya fotografiaré.
Después intentamos conseguir un buen lugar. Primero fuimos hacia la izquierda tomando como referencia la imagen del video, pero después decidimos quedarnos en el medio, tirando un poco para la izquierda. Teníamos mucho por delante, todavía era de día.
Entre fotos, chistes -unos más boludos que otros- y razonamientos de ingenieros que no entendí ni entenderé -El centro de masa debe estar en el medio... R por O por H me da la nosequé de la atmósfera de Bolivia, donde demoran menos en hacer los tallarines... o algo así-, llegó la noche y la gente se paró toda. Estábamos totalmente ansiosos esperando por Muse, y a pesar de que había pasado la hora en la que debía empezar, no salían a escena. Hasta que, de la nada, mientras hablábamos algo, todas las luces se apagaron. Todo el mundo gritó, nosotros tres incluidos. Era el comienzo de una noche fuera de serie.
Salió Muse a escena, con Matt Bellamy a la cabeza (lo tenía que nombrar, es el único que conozco) y empezó el show. Sonaban de puta madre, y encima tocaron las únicas tres canciones que conozco: Supermassive Black Hole, Plug In Baby y Knights Of Cydonia (las últimas dos las conozco por el Guitar Hero #ñoño).
El reloj
Terminó Muse y enseguida en la pantalla apareció ese reloj, marcando las ocho de la noche. En realidad la foto se la saqué porque eran las 8 y 25, y nada tenía que ver ese reloj con la hora real. No pude haber sido más preciso, aún sin saberlo. El reloj, al igual que la hora, avanzó, y ahí notamos que el reloj iba un poco más rápido de lo normal: sus minutos no tenían 60 segundos, tenían menos.
Mientras tanto, en la hora real, eran como 9 y cuarto y U2 no salía. Yo ya no podía contener los latidos de mi corazón y hasta sentía una presión en el pecho cuando tomaba aire. Era demasiada ansiedad junta.
Cuando pasaron las once del reloj de U2, y unos cuantos minutos más allá de las nueve del real, todos dijimos "seguro que a las 12 arranca". Calculé -mal- cuanto demoraba en dar una vuelta entera (digamos que por cada vuelta del segundero, el minutero avanzaba 6 minutos). Ya no aguantaba más, TENÍA que arrancar a las 12 sí o sí. Aunque no supiéramos ni para qué estaba ese reloj ahí.
Y llegaron las 12. Y enseguida después, las agujas de minutos y segundos salieron como despedidas del reloj, mientras el segundero empezaba a tumbar -o voltear- todas y cada una de las 60 marcas. A su vez, empezó a sonar el tema de introducción, a cargo de Coldplay (No es Coldplay. Acá las aclaraciones) . Era oficial: en breve salía U2 al escenario.
Durante ese minuto, durante ese momento cúlmine, se me pasaron un millón de imágenes por la mente. Me acordé de la primera vez que vi un video de U2, del día en que Iael me sacó la entrada, porque a mí se me trancaba la página cada vez que trataba de ingresar; de estos últimos días, en los que tenía picos de ansiedad de solo pensar que faltaban un par de semanas/días/horas para ver a mi banda en vivo. También se me cruzó Cristina y de todas las cosas que me hizo sentir, porque muchas de ellas eran parecidas a las que sentía en ese momento y me hubiera gustado un montón haberla al menos visto de lejos. Todo eso pasó por mi persona en ese minuto, tan corto y tan largo al mismo tiempo. Me veía a mí mismo, rodeado por toda esa gente y ese escenario enorme, y sabía que esa iba a ser una noche que no iba a olvidar jamás.
Después de desaparecer toda la animación del reloj, y mientras sonaba el segundo tema de introducción, apareció en la pantalla el obturador de una cámara, cerrado. Y se mantuvo así por un minuto. Hasta que se abrió. Y cuando se abrió estaban ellos, los cuatro integrantes de mi banda favorita, subiendo al escenario. Ahí me desmoroné. Era todo demasiado irreal. Yo ahí, ellos ahí, después de varios años. Se me llenaron los ojos de lágrimas, pero me dije a mí mismo que no podía llorar. No podía estar al nivel de una quinceañera loca por Ricky Martin.
Pero cuando lo vi a Bono, con todo ese semblante, esa energía, adelante mío, las lágrimas se me empezaron a caer solitas. Y las dejé. Porque al final estaba ahí para vivirlo. Y si lo tenía que vivir con lágrimas, bienvenidas sean.
El show empezó con "Even Better Than The Real Thing", la cual canté como pude, pues me seguián cayendo las lágrimas. Poco tengo para decir del show en sí en este post, pero planeo decir más en un futuro. De hecho, ni siquiera saqué fotos de U2, porque quería vivirlo al 100%, sin tener que preocuparme por hacer foco o poner el flash. Todo eso era secundario. La idea era vivir al máximo esa noche. La noche que había esperado muchísimo tiempo.
Y hablando de muchísimo tiempo, de eso me acordé cuando llegó Vertigo. Por más estúpido que suene -y sé que va a sonar estúpido y es inevitable-, Vertigo es mi canción favorita. No sé muy bien por qué, porque de seguro hay un montón de canciones mejores. Pero esa canción para mí lo es todo. Y con solo escuchar la batería, me di cuenta que se venía, con lo cual me descontrolé enteramente. Siete años pasaron desde aquellas primeras veces en que escuchaba Vertigo en Radio Disney, con una radio de 5x5 que mi vieja me había traído de un campamento, mientras jugaba al GTA Vice City. Siete largos años para poder escuchar esa canción en vivo. Y pude escucharla, cantarla y vivirla a tope.
Del show en sí, por ahora solo voy a decir que está increíblemente hecho y pensado, y que por momentos toda la gente quedó parada, con los brazos al costado, mirando para arriba con la boca abierta, porque no podían creer lo que pasaba.
De como lo viví, debo admitir que lloré o entrelloré en el 60% de las canciones. No se me nublaban los ojos con lágrimas, pero se me caían unas cuantas. De todas maneras lo más valioso es que eran lágrimas de felicidad, de no poder creer que estaba ahí, viendo muy de cerca y escuchando en vivo a mi banda favorita. Lloraba y me reía al mismo tiempo. Una sensación mágica y única. Como U2.
Después nos compramos un agua de dos litros a un precio abismalmente menor al de adentro del estadio (adentro medio litro $15, afuera dos litros $8), llegamos en tiempo récord al bondi, y recién en él empezamos a sentir los efectos del toque. Más allá de que no sentíamos las piernas y nos dolía todo el cuerpo, producto de codazos, hombrazos y cabezazos propinados por la gente, el verdadero problema fue que se nos enfrió el sudor -que no era poco- en los cuerpos. Ya nos veíamos venir una gripe de aquellas, porque estábamos literalmente pasando frío por los buzos sudados que estábamos usando. En eso, aparece una tipa y nos pregunta: "¿Saben si esto anda?" y señala una maquinita de café que había al lado nuestro, del otro lado del pasillo. Le dijimos que no sabíamos, y ella, perdido por perdido, probó. Cuando nos queremos dar cuenta se da vuelta con un vasito de café AL QUE LE SALÍA HUMITO. ¡Era café caliente! (qué más sino). Ahí mismo servimos... no, esperá, serví. Me pusieron a servir café tanto para Iael como para Vanessa, mientras el bondi se ponía en marcha. Después de un pire intensivísimo acerca de como enfrascar un pedo (#truestory) las niñas se durmieron y yo quedé mirando las peripecias del bondi para llegar a la autopista La Plata-Buenos Aires, momento que aproveché para tomarme dos vasitos de café, y un par de vasitos de agua.
Llegamos nuevamente a la terminal de Retiro, y tuvimos que hacer la fila más larga de todas para subir a un taxi sin salir de la terminal. Eran las 3 de la mañana cuando nos pusimos en la fila. Arrancaba en las plataformas donde llegan y salen los bondis, iba todo por adentro de la terminal, bajaba unas escaleras, avanzaba otro par de metros y salía de nuevo, hasta el lugar donde paran los taxis. Encima, no pasaba ni un solo taxi. La fila avanzaba porque la gente se iba. Pero sobre la hora en la que pensábamos irnos, aparecieron unos 15 taxis en poquitos minutos cual caballería, y uno de ellos nos llevó de vuelta al hostal.
Cuando llegamos, Frank nos estaba esperando ya bañado para irse a dormir. Y eso hicimos, después de un mini-baño. No había energías para más nada. Además, en el fondo no queríamos darle a la vida la posibilidad de arruinar una noche que había sido totalmente perfecta.
Apenas pude dormir dos horas, desde las 4:30 hasta las 7:30 a.m. del 31 de marzo. Allí empezó a terminar un día que pareció fuera del tiempo, como el que tienen los mayas. Me fui a otro país con gente que conocía poco y que me conocía poco, pero en la que confío y que -asumo- confía en mí. Vi a la banda que más me gusta bien de cerca. Vibré, reí, lloré, salté, grité. Y pasado el mediodía del 31 ya estaba acá, de nuevo, preparándome para ir a clase.
Todo lo que puse en este post, y lo que no puse, ya sea porque me olvidé o porque no hay palabras para describirlo, formará para siempre parte de lo que llamaré "la mejor noche de toda mi vida". Gracias por leer.
Por otro lado, visto y considerando que no dije NADA del concierto en sí, si vinieron buscando datos del concierto, como el-la setlist o cosas así, les recomiendo que vean el post que hizo Frank, que vio lo mismo que yo pero 25 metros más a la derecha. A diferencia de quien escribe, Frank sí sabe redactar, hacer posts y toda la mar en coche, así que si quieren saber que pasó en el recital, en lugar de que ME pasó en el recital, ese post es el lugar indicado.
7 comentarios:
y vos te pensas que la gente va a leer todo eso???
Yo SÉ que nadie va a leer todo eso. Y me incluyo, eh.
yo lo lei.
Eltama antes de que empieze U2 no es de coldplay, es Space oddity de David Bowie...
Hola...yo lo leí tambien y ahora te sigo en twitter..muy buena tu experiencia...al igual que vos amo a U2,pusiste en palabras lo vivido en la "ciudad donde las calles no tienen nombre"...gracias por compartir tu emosión que tambien es mi emosión....desde Bs.As te mando un abrazo!!!mónica
Guille, tenés toda la razón, se me escapó Coldplay. Ya lo aclaré en el siguiente post. Gracias por hacérmelo notar.
Mónica, muchas gracias por tu comentario. Me costó mucho poner semejantes sensaciones en palabras, hice lo que pude. Me alegro de que te haya gustado. Nos seguimos en Twitter! Un abrazo.
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